Un espacio de colores con veinticinco años de historia

La librería y juguetería “Pinocho” cumplió veinticinco años a cargo de Marisa y Daniel Rodriguez. Un negocio que coloreó la vida de los y las bermudences. Una familia llevando alegría a la esquina de la plaza Sarmiento. Esta es su historia, contada por ellos.

La librería y juguetería “Pinocho” cumplió veinticinco años a cargo de Marisa Yus y Daniel Rodríguez. Un negocio que coloreó la vida de los y las bermudenses. Una familia llevando alegría a la esquina de la rotonda. Esta es su historia.

Con mis hermanos y hermanas crecimos rodeadas de golosinas, cuadernos y juguetes. Tuvimos una infancia feliz y seguramente cualquiera que nos conozca debe creer que siempre tuvimos muñecas Barbies y los mejores juegos, pero la realidad es que no todo lo que había en Pinocho lo podíamos tener y, muchas veces, nos conformábamos con cajas del negocio que hacían de batería o de disfraces. La imaginación a la orden del día.

El negocio perteneció a nuestros abuelos maternos y nuestros viejos, Marisa y Daniel, reabrieron sus puertas después de haber tenido una marca de ropa llamada Caramelo. Lo decidieron luego de trabajar en distintos lugares: mamá en el Colegio Cayetano Errico como docente de Educación Inicial y papá en el correo, un taxi, y una empresa de televisión, que quebró en plena crisis de los noventa. No se quedó en la calle porque siempre tuvo buena visión y ya había abierto un mercadito.

Recuerdo como si fuera ayer el día que comenzaba la historia del nuevo Pinocho. Estábamos en el mercadito de Rosario un sábado a la tardecita cuando ingresó un comprador decidido y mi papá me comunicó que íbamos a reabrir las puertas del negocio de los abuelos. Él mismo lo llamó Pinocho, cosa que no podía ser de otra manera porque fue carpintero, artesano de la madera, y al igual que mamá y mi tío, que también tiene una librería, siempre tuvieron la capacidad de transformar con sus manos cualquier cosa en algo hermoso.

Así comenzó esta aventura, pintando las estanterías de todos colores, con los tíos y abuelos ayudando, y festejando la entrada de los primeros clientes que iban ingresando. Así pasaron varias etapas de nuestra historia con el tío José construyendo, la lela Antonia cuidando los juguetes en la vereda, el tío Claudio embelleciéndolo, y numerosos familiares y amigos de un lado y del otro del mostrador.

Desde que tenemos uso de razón nuestra vida se rige dependiendo del negocio y nuestros padres fueron haciendo de un maxi quiosco, un local lleno de diferentes rubros y cosas lindas. Mamá con su vocación de maestra, su amor por las infancias y su creatividad infinita y Papá haciendo malabares a través de los años en este país tan cambiante, atravesando crisis, intentando que las cuentas cierren, innovando los dos, buscando siempre las últimas novedades y desviviéndose por lo que el cliente necesita.

Así fuimos creciendo con mis hermanos y hermanas y fue creciendo el negocio a la par, con los viejos trabajando noche y día y gracias también a vecinos, vecinas y clientes que nos fueron eligiendo, nuestra familia fue surfeando las olas a través de los años. Nos inculcaron el trabajo desde muy chicos, salíamos de la escuela y teníamos que ayudar una hora por día, cuando nuestra abuela paterna, Juana, nos visitaba, nos sentaba a los tres a hacer moños y bolsitas de regalo. La Abuela Amalia, la primera dueña de Pinocho, dejó de atender, pero siguió toda su vida trabajando para que pueda estar abierto, cuidándonos, cocinándonos, y cebándonos mates para endulzarnos las tardes. Así nosotros pudimos elegir una carrera, estudiar, independizarnos y vivir nuestras vidas siempre a la par de esta historia.


Hoy en día, ya recibidas y con un profesión, seguimos trabajando en Pinocho. Es así que llegamos a los veinticinco años con las puertas abiertas en la Rotonda y cincuenta años en total, desde el día que lo abrió nuestro abuelo.

Pinocho fue testigo silencioso de grupos de estudiantes enteros, de cocas y semillitas en la vereda, de interminables navidades, de fiestas de San Roque multitudinarias, de crisis políticas y sociales, de padres con sus hijos y esos hijos luego siendo padres, de vecinos que ya no están, de infancias felices y otras no tanto.

Mamá y papá firmes atrás del mostrador y nuestras vidas alrededor. Y si, a veces el trabajo en familia es cansador y se convierte en un hermoso lio pero seguimos intentando ser el negocio que nuestros clientes eligen, organizándonos de la mejor manera, proyectando, creciendo y apostando, en un país donde no todos tenemos esa posibilidad. A base de sacrificios, y mucho trabajo y principalmente gracias a nuestros clientes de siempre y de ahora.

Este aniversario va dedicado a Oscar y Amalia que nos dejaron este legado y de alguna manera siempre están con nosotros, todavía enseñándonos. A Marisa y Daniel, por dejar sus vidas en este local haciendo la nuestra más liviana y feliz. Y a todos nuestros clientes que nos siguen eligiendo y muchas veces con gestos o palabras nos dan fuerzas para seguir creciendo. Gracias por hacer de Pinocho mucho más que sólo una librería y una juguetería.

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