A PROPÓSITO DE ESTE TIEMPO

Es necesario cantar de nuevo una vez más.

¿Para qué? 

Hace unas semanas tomé un taxi. No veía la hora de volver a mi casa. Era tarde. Apoyé la cabeza en la ventanilla que dejé semiabierta porque el auto desprendía un olor denso. Kerosene, humo, cebolla, algún tabaco barato, chivo. Intento cerrar los ojos. Siento las luces pasar sobre mis párpados. Una, dos, tres. En la radio suena “¿Para qué?” de Las Pelotas. El grandote que manejaba subió el volumen. Siento que él también quería apoyar la cabeza en la ventana, y mirar el cielo mientras las luces pasan. Una, dos, tres. Viendo el tiempo pasar ¿Para qué? 

En el puñado de cuadras que me separan de mi casa cruzamos a uno, dos, tres carros. Comandados por tipos rengos, flacos, con pibitos arriba. Doblan el cartón con sus manitos. Se sumergen en la noche donde afloran las prostitutas haciendo señas sugerentes a los autos. Donde hacen esquina un par de vagos. Patean las calles con sus padres, sus tíos, sus hermanos. Uno, dos, tres pasan. Vas perdiendo la emoción, vas cambiando de estación, y nadie escapa, todos al furgón.

Llego. Tardo en pagarle. Mitad transferencia mitad efectivo. Me duele pero, pienso, por lo menos ya me voy a dormir. Empieza a sonar “Plegaria para un niño dormido”. Escucho al taxista susurrar al son del flaco. Entro a mi casa, pienso en esos niños. Pienso en él. Siento que quería llorar. 

Plegaria para el sueño del niño

Me despierto. Otro día más en el planeta tierra. Scrolleo entre pantallas mientras se calienta el agua. “El índice oficial de pobreza se dispara 11 puntos en los primeros seis meses de 2024 y roza el 53% de la población, la cifra más alta en dos décadas. Casi siete de cada diez niños son pobres”. Dejo el celular boca abajo. ¿Capaz así desaparece?

Un par de semanas antes habíamos celebrado el mes de las infancias. Vi cómo unos pibitos pusieron un banco de madera cruzando la calle y se pusieron a saltarlo. El polvo se levantaba. Se les llenaban los tobillos de color marrón. Y sonreían. Pienso que deben haber estado mirando las olimpiadas. Más tarde sobre ese mismo banco, cuatro de ellos se sentarían a compartir la sorpresita armada. A desvestir caramelos, a llenarse el buche de azúcar. ¿El mundo es un chocolatín?

Pienso en si más tarde jugarán a doblar cartones.

En 1969 el flaco Spinetta lanzó “Plegaria para un niño dormido”. Dos años antes, Mercedes Sosa escribía “Hay un niño en la calle”. El año pasado, Axel Kicillof invitó al movimiento, a la militancia, a “Componer una nueva canción, no una que sepamos todos”. 

Pienso en qué sentido tendrá eso. Si los ritmos nuevos igual tienen que cantar la misma realidad. Si todavía hay un niño en la calle, si todavía hay niños que sueñan con lugares que jamás despiertos encontrarán. Esta canción ya fue escrita hace tiempo atrás.

Igual te banco Axel, por eso estas palabras. 

La palabra imposible

Un día San Martín antes de cruzar los Andes y liberar Nuestramérica se levantó y le escribió a Belgrano: “Es probable que mi sueño sea imposible pero es impostergable”. Esa maldita palabra, puesta en la frase indicada. Lo imposible que tiene que Ser. No hay otro camino. La vida en jirones. Porque no hay tiempo.

¿Qué es lo que tiene que Ser ahora y cómo hacerlo? Es lo que nos preguntamos todos los días. Una pregunta que va desde lo colectivo hasta lo individual. 

Desde nuestros departamentos de alquiler, a los que un día le falla el gas, el otro el agua y esa bendita mancha de humedad que mido todos los días para ver cuánto crece para verificar que crece tanto como mis deudas.

Desde el aviso de “No te olvides de pagar el monotributo” (aunque no lo estés usando porque no estás facturando). Pasando por el mensaje matutino de un amigo que te dice: “Ya no se cómo hacer” (yo tampoco, acabo de gastar el crédito de mercado pago pero vamos a poder.) 

Desde la bicicleta que se te pincha en los peores momentos, o la óptica del auto que decidió dejar de alumbrar un día cualquiera, o la moto que empezó a chorrear aceite. Salimos. Al día. Al sol. A la lluvia. Parafraseando a León: todos los días renegamos un poco más.  

Y durante la jornada te cruzas al mismo pibito que la noche anterior viste arriba del carro, ahora con un guardapolvo a duras penas planchado, yendo a la escuela. 

Volvés y besas la mancha de humedad. 

Miras la hoja en blanco. Sí, esta canción ya fue escrita. El camino ya fue marcado. El mapa está ahí. Sólo hay que (volver a) seguir las cruces. Le pasas un trapito al teclado. Desempolvas ese libro. Volves a ver ese documental. Volves a peregrinar este sueño lejano y bello. Piedra y camino.

Dame un punto de coincidencia y haremos una patria 

Todos esperamos algo. En eso coincidimos. Esperamos que llegue el día que cobramos. Esperamos que tu amigo encuentre ese alquiler. Esperamos el colectivo. Esperamos que se caliente el agua. Esperamos que a nuestros viejos le alcance la jubilación. Esperamos que termine de explotar. Esperamos que nos digan qué hacer. Esperamos que alguien haga algo. Esperamos una esperanza. 

Pero los pobres esperan el triple. Hacen filas. Interminables. Esperan en el merendero. Esperan en el dispensario. Esperan en la oficina de Anses. Esperan. Pero no inmóviles. A pesar de lo paralizante de la situación. Salen. A las calles. Buscan vida. 

La pregunta es: ¿Cuándo empezaremos a des-esperar? 

Si coincidimos en esto, compañero, es momento de moverse. 

La militancia fuera de tiempo 

Muchas veces nos damos cuenta que los militantes medimos nuestro tiempo en tiempos electorales. No porque nos quedemos quietos en los años pares, sino porque buscamos un camino, más que nunca, por el cual caminar. Un sendero. Un plan. Un proyecto. 

Nos damos cuenta que cuándo más se necesita salirse de ese esquema, es cuando más nos cuesta hacerlo por lo mencionado anteriormente. ¿Quién puede diagramar el futuro de la patria mientras la boleta de la EPE impaga te mira desde la puerta de la heladera? Pero así como los sectores populares caminan; es nuestro deber volver a caminar viejas ideas, y crear nuevas.

El tiempo lo demanda. ¿Nada vale si hay un niño en la calle? o ¿TODO vale si hay un niño en la calle? 

Es por eso, compañero, que estas palabras sueltas, tiradas en el papel, buscan ser nuevamente un puntapié. Saltemos juntos el banco de madera. Levantemos el polvo de nuestras calles de tierra. Sacudamos esos antiguos libros. Abramos nuevas páginas en blanco. Es momento de garabatear sueños. De hacer otra canción.

Si coincidimos en algo de todo esto: juntémonos a hacer la Patria nuevamente. 

Algo para ver: Mensaje de Francisco junto a los Movimientos Populares en el Vaticano – 20 de septiembre 2024

Algo para leer: La comunidad organizada – Juan Domingo Perón 

Algo para escuchar: Piedra y camino – Atahualpa Yupanqui

Algo para hacer: Escuela de Formación – Juventud Peronista Capitán Bermúdez 

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