¿AHORA QUIÉN NOS SALVA?

“Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay;

los sueños se construyen juntos”

Es primero de mayo otra vez. Y otra vez, nos encuentra bajo un contexto que hace de este día, uno agridulce. El que tiene laburo, festeja como aferrándose a algo que en cualquier momento puede escurrirse de sus manos. El que no tiene, quizás postee algo, y en las nuevas vidrieras, publicará su clasificado: “busco changa, de lo que sea”. El que tiene y el que no lo tiene, ambos hoy seguro miran al cielo pidiendo por favor: que haya, que dure, que alcance.

Un contexto que nos trae más dudas que certezas: Caída real del empleo registrado, despidos en el ámbito estatal con festejos incluidos, paritarias irrisorias y una baja de la inflación como un garabato que nunca llega a reflejarse en el bolsillo de los trabajadores. Messi este año no nos salva, y hace unos días acaba de dejarnos el argentino más influyente del mundo, el que con una sonrisa y el mate en mano, elevaba nuestra bandera en lo más alto, y nos invitaba a unirnos para salvarnos en comunidad.

Dado el momento histórico que nos atraviesa, resulta oportuno rescatar no sólo esa idea, que tomó fuerza durante la pandemia, sino también otras sobre el trabajo que hoy están más vivas que nunca y nos empujan a seguir para adelante bajo una Cultura del Reencuentro. Ante discursos que defienden la propiedad privada, resaltando el valor del individuo sobre la sociedad, leer al Papa nos alienta a buscar recomponer los lazos de solidaridad poniendo en foco en aquellos que quedan descartados de un mundo globalizado. ¿Qué podemos encontrar en el Otro que nos ayude a sortear este pantano? 

En la encíclica “Fratelli Tutti” dedica un capítulo a esbozar su pensamiento en la búsqueda de una mejor política. Y es allí donde se detiene sobre el concepto de Pueblo, tras criticar la polarización entre populismo y liberalismo. Una sociedad no puede ser la suma de individuos donde cada uno realiza su camino de manera solitaria, necesita de la confirmación de un pueblo. Un pueblo como categoría donde se articulan mayorías con objetivos comunes, para conformar un proyecto común. Se trata de un proceso lento y difícil pero que confirma una identidad hecha de lazos sociales y culturales.

Y allí mismo es donde surge la gran preocupación que tenía Francisco por el trabajo. Lo realmente popular, porque promueve el bien del pueblo, es asegurarle a todos la posibilidad de hacer desarrollar las capacidades, habilidades y fuerzas que Dios brindó a cada uno. Retoma la tradición católica que sostiene que el hombre es un creador semejante a Dios, y crea a través del trabajo. Además critica la entrega de dinero hacia quienes más lo necesitan de manera prolongada, ya que ésta es una solución provisoria para resolver las urgencias, “el gran objetivo  debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo”. 

Cada persona tiene impronta propia y ahí está, en parte, la potencia transformadora de la unión, ya que desde la Política como herramienta, se pueden y se debe potenciar las virtudes de cada uno de los individuos de la comunidad, se debe encargar de abrir las puertas para que puedan desarrollar sus capacidades y esfuerzos, “porque no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo” . El trabajo aparece así cómo una dimensión irrenunciable de la vida social, no sólo para que el hombre pueda ganarse la vida, sino también para tejer lazos sociales y culturales con los demás, y así poder formar parte de un pueblo. El trabajo como el ordenador de nuestras vidas.

Tal vez, puedan leerse estos fragmentos un tanto utópicos, pero al menos que nos permita construir sueños juntos. Parar la pelota, pensar en aquellas personas que son descartadas por un sistema en dónde la riqueza se concentra cada vez más, y sentarnos a discutir que aquello que desde el individualismo se nos quiere vender como única alternativa. Hay otro camino.

Algunos no le perdonan que no haya regresado al país como máximo exponente de la Iglesia Católica durante su pontificado. 76 años estuvo caminando cada rincón de Buenos Aires. En tiempos donde están de moda los discursos de odio, ocurrentes insultos, las clases magistrales de economistas falopa, sentarse a leer a Francisco vale la pena, nos impulsa a fortalecer la amistad social, a repensar la importancia del trabajo,a recomponer la dignidad, mientras el trono de la Santa Sede se encuentra vacante a la espera de su sucesor.

Entonces quizás podamos ensayar una respuesta a la pregunta que nos convoca: lo que podrá salvarnos es la palabra, pero no como cosa muerta, sino como fuerza viva. De mano en mano, de boca en boca, en el día de los y las trabajadoras, que el trabajo sea volver a hablarnos, escucharnos y construir un camino juntos.

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A PROPÓSITO DE ESTE TIEMPO

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